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Una ceremonia cargada de símbolos
Mariela Tuárez V. (*)
MC

En la Av. Machala, una devota porta un cartel repartido por la Arquidiócesis de Guayaquil

Las misas ya de por sí lo son. Pero ésta reunió unos poco comunes.

El sermón del arzobispo monseñor Antonio Arregui, Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), fue moderado, distinto a lo que le hemos venido escuchando en las últimas semanas. No mencionó la nueva Constitución, que se someterá a referéndum el próximo 28 de septiembre.

Sin embargo, indirectamente la aludió a través del “Dios Padre”.
“Pedimos por las vidas más necesitadas: por los niños, por los minusválidos, por los pobres y muy especialmente por los que no han nacido todavía, pues nunca podremos aceptar que esas vidas sean sacrificadas”, predicó Arregui, mientras era aplaudido por los devotos que no llenaron las 18 cuadras que fueron cerradas para el evento.

Arregui también invocó el nombre de Dios, por intersección de Jesús, para pedir por la familia como único medio para construir en sociedad, para procrear y educar “según sus convicciones”.
Según el prelado, la Constitución redactada en Ciudad Alfaro, Montecristi, deja abierta la posibilidad para el aborto, para el matrimonio gay y anula toda libertad de los padres para que decidan la educación que darán a sus hijos, razones por las que ha emitido duras críticas contra la Carta Política 2008.

La misa campal “por la Paz, la vida y la Familia”, se llevó a cabo en varios sitios de la urbe porteña. Los feligreses asistieron puntualmente a la cita, convocada para las 11h00 del domingo. La mayor concentración se dio en las Av. Gómez Rendón y Machala, en los exteriores del colegio Guayaquil.

Allí habían instalado una tarima que compartían sacerdotes de distintas parroquias y algunos pastores evangélicos. De fondo, una gran fotografía aérea de la ciudad de Guayaquil copaba el espacio. Y en cada extremo, las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y de la virgen María con una leyenda que era algo más que una oración: “Por la paz, la vida y la familia, corazones de Jesús y María, salven al Ecuador”.

Era sin duda el mayor símbolo de la coyuntura política que ha enfrentado a la cúpula de la Iglesia y el régimen del Presidente Rafael Correa. Un mensaje directo y claro en contra de la nueva Carta Política. Aunque para algunos los hechos no se relacionan entre sí, al momento de preguntárseles de qué necesita ser salvado el país, las contradicciones eran notorias.

“Guayaquil es una región donde se ha entendido el concepto de la libre empresa, lo que significa la libertad de trabajo, el empuje de la gente por salir adelante y también son muy conservadores; aman mucho a Dios, son católicos practicantes, son muy abiertos y tolerantes, pero al mismo tiempo muy firmes en sus principios: no al aborto, no a un matrimonio que no es natural. En ese sentido esta ciudad es muy particular: su gente ama la libertad y busca la libertad, pero siempre tiende a la comunión”, nos comentó Rómulo Aguilar, sacerdote diocesano.

María Lorena Forero, voz principal del grupo musical que animó la eucaristía, reforzó la idea del clérigo: “nosotros somos católicos y no podemos quedarnos de brazos cruzados y por eso estamos aquí hoy, para protestar unidos y decir que no estamos de acuerdo con que se irrespete a la familia y a la vida”.

Los símbolos no verbales fueron la constante

Al término de la misa se repartieron flores benditas

El uso o no de las camisetas blancas, con la leyenda “Salven al Ecuador”, separaban a los feligreses en dos grupos. Quienes las usaban coincidían en que esta misa era un mensaje claro para el Primer Mandatario y su principal promesa de campaña: la Constitución ecuatoriana número 20.

“Esto ha sido un acto de fe increíble. Nosotros los cristianos tenemos muy claro que no estamos de acuerdo con muchas leyes de la nueva Constitución y es el mensaje que queremos comunicarle a todo ese gobierno”, sostuvo Cecilia Romo, de 23 años.

Sin embargo, Zoila Chaca (62 años), era una de las muchas personas que no vestían la camiseta blanca. Ella asistió a la convocatoria de la Arquidiócesis de Guayaquil porque las misas en su parroquia, el verbo divino, en el Guasmo, habían sido canceladas y no tenía más opción. “Yo he venido porque hoy no hubo misa en mi iglesia y no podía quedarme sin oír la palabra del Señor, hacerlo sería como empezar la semana mal y yo soy una mujer de fe”.

Pero las personas no fueron las únicas que se desplazaron desde sus parroquias. Las imágenes y bultos de alrededor de quince patronos y patronas también fueron sacadas de sus altares.
Situación que no se dio finalmente con la del popular Cristo del Consuelo, aunque la Cruz sí lograron sacarla.

En días pasados, cuando se hizo pública la idea de trasladar en peregrinación al Cristo del Consuelo hasta los exteriores del colegio Guayaquil, decenas de fieles se manifestaron en contra y a favor. En horas previas a la misa campal, los habitantes del sector -que lleva el mismo nombre del santo- impidieron que se sacara la imagen. Ellos argumentaban que ésta sólo puede salir de su santuario el viernes santo, día en que multitudes lo acompañan en procesión.

Otro indicio de que esta no fue una misa como la de todos los domingos, fue el anuncio que hizo uno de los clérigos mientras los católicos se prestaban a comulgar. “Por la seguridad de ustedes, sólo está permitido dar la eucaristía en la boca y no en la mano”. Y repitió una vez más “No recibirán la comunión en la mano”.
Desde 1969, la Santa Sede autorizó a los párrocos, bajo previa petición, dar la eucaristía a sus fieles en la mano. En países como Estados Unidos, Italia y muchísimos otros esta práctica es completamente normal. Pero fue el ala más conservadora de la Iglesia católica, el Opus Dei, la que se opuso.
Monseñor Arregui, el más visible en la campaña por el No en el referéndum aprobatorio, pertenece a esta prelatura, que se creó y fortaleció (política y econímicamente) en la España franquista.

Y antes de impartir la bendición, los sacerdotes anunciaron que en ese mismo instante renovarían la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, que el Ecuador realizara el 25 de marzo de 1875 (durante la presidencia de Gabriel García Moreno). “Consagremos a nuestros niños, a nuestra familia y en especial los destinos de nuestra patria”, concluyeron.

Y un símbolo más. La historia se repite y los enfrentados vuelven a ser el poder eclesiástico contra el poder ejecutivo. En 1906, la Iglesia desacreditó la Constitución de Eloy Alfaro, por considerarla “atea”.
Hoy, cuando los vientos de cambio reavivan los ideales del Viejo Luchador, el proyecto de Constitución 2008 es tachado como “abortista”.

Al término de la oración, los aplausos volvieron a oírse. Para entonces, el sol de medio día golpeaba a los asistentes. Aunque aún hubo tiempo para los cantos pro vida: “No seas egoísta, piensa también en mí. Tú vida es sagrada, la mía también”.

Al tiempo que hojas volantes que instaban a votar no en el próximo plebiscito se repartían de lado y lado de la avenida Machala. “No a la Constitución de Correa que terminará con las libertades de nosotros los ecuatorianos”, se leía en una de ellas, que por firma tenía toda una frase en altas “la patria está en peligro, unámonos para defenderla”. Mientras que otras invitaban a una marcha por “la libertad, la vida y la familia”, el próximo 23 de septiembre.

Las ceremonias religiosas se celebraron sucesivamente en tres sectores de Guayaquil: en la Cruz del Papa, en la vía Perimetral y en las afueras del colegio Guayaquil (centro).

Entre los asistentes a la misa campal estuvieron asambleístas de minoría en receso como Galo Lara, Diana Acosta y también Gustavo Noboa Bejarano, presidente del Ecuador (2000-2003), a quien los asambleístas le otorgaron amnistía, luego de relacionárselo con el mal manejo de la renegociación de deuda externa durante su gobierno.
“Otras misas como estas deberán darse cuando sean necesarias”, nos respondió mientras saludaba a varios simpatizantes.

Pasadas las 12h30, la avenida Machala empezó a quedar vacía. El personal de limpieza del municipio recogía la basura producto de la concentración que menos de cien mil feligreses provocaron en una mañana cargada de mensajes implícitos.

(*) Mariela Tuárez Vélez, Memoria Ciudadana

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