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Entre el Sí y el No
Editorial El Telégrafo


¿Qué hay detrás de todo ese alboroto en torno a que la nueva constitución –que nadie conoce, además- es un galimatías aderezado de ideas disparatadas? ¿Qué hay detrás de ese No velado que intenta desacreditar el trabajo de los asambleístas –imperfecto y, acaso, apurado-? No hay nada más desolador que tomar una postura amparada en el hecho de que la nueva Constitución no sirve. Y no sirve, dicen, porque quienes la moldearon, en su mayor parte, pertenecen a una mayoría política que ganó las elecciones democráticamente.

También se dice que el nuevo texto constitucional es malo porque no tiene el súmmun del constitucionalismo clásico. Es decir, un texto armado sobre el deber ser de las leyes políticas que marcan a la sociedad.

Una mayoría, en democracia, es una mayoría legítima. Trabaja en función de su fuerza y de su proyecto político. El proyecto era y es cambiar la lente con que el Ecuador se mira. Y una constitución es un libro que refleja el momento histórico, social, político, económico que vive un país. Los debates que se armaron, sobre diversos tópicos, durante estos seis meses, tienen la virtud de haber movilizado al país y sus grupos; esa movilización fue una especie de medida para ver en qué tiempos del conocimiento, la fe y la ciencia estamos, por ejemplo. Y nos condujo a discusiones nuevas y farragosas a ratos; pero necesarias para sopesar los mundos superpuestos –conceptualmente hablando- que existen sobre la vida, la naturaleza, los recursos, los derechos, la propiedad, la tierra, etc.

Las ideas que han circulado no tienen parangón. ¿Al triunfo de esas ideas es que nos acerca el Si? Tal vez. Pero un triunfo del No, teñido de prejuicios, anularía todo un proceso político que apostó, sin temores, a trazar los retos de un siglo que empieza.

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