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12 de junio de 2008
¿Formales?

Héctor Chiriboga
Diario El Telégrafo

La decisión de la Asamblea de prohibir el decomiso de los bienes de los informales abrió un debate acerca del uso del espacio público y su gestión por parte del Municipio. Las interpretaciones de los actores se marcaron desde diferentes intereses e ideologías. En el caso del Municipio, lo resuelto por la Asamblea se vio como una amenaza al “modelo Guayaquil”. La interpretación consiste en anunciar en tono tremendista, el regreso del caos, la suciedad y la inseguridad. Ya conocemos esta ecuación, con ella se ha logrado votos y de alguna manera ha calado en el imaginario urbano del guayaquileño básico.

Me parece importante a más de reafirmar lo que lúcidos comentaristas han expresado sobre el uso del espacio público y la prioridad de la sobrevivencia en dignidad por encima de una “estética” de la urbe, mencionar que el tema de los informales exhibe el manejo discrecional que el Municipio hace de las definiciones y en consecuencia de la política aplicada a diversos grupos humanos. Sacar a los comerciantes de la Bahía para apoyar la gestión municipal y rotularlos de formales provoca extrañeza cuando no risa (que tal vez sea más efectiva contra el absurdo del poder Municipal que la ira) ¿Formales? ¿Por dónde? Hasta donde sabíamos la formalidad de las actividades comerciales devenía de la tributación sobre la renta percibida, las retenciones de IVA y por efectos de control, la facturación. ¿Los comerciantes de la Bahía y de la red de mercados que salen a apoyar al Alcalde entregan facturas? No, no lo hacen. Nunca lo han hecho. Su formalidad se origina en haber aceptado las condiciones impuestas por la administración: salir de las zonas limpias, agruparse en cubículos de 1x1 y tributar al Municipio.

Pero hay algo más, algo peligroso: el llamado a los “formales” para la defensa de la ciudad, su belleza, sus logros. Apelar a un tipo particular de “ciudadanía” compuesta del funcionariado local, la órbita de instituciones autónomas y “agradecidos” comerciantes no es nuevo: se lo hizo a propósito de la remoción de los fiscales (el Alcalde habló incluso de linchamientos, mencionando que no eran convenientes); se repitió para la defensa de la primera Metrovía y ahora retorna. ¿Es una incitación a la violencia? ¿Corresponden a la creación de las condiciones para llegar a la “Yugoslavia” de la que habló el Alcalde el 24 de febrero?.

Esperemos que no.

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