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Reflexiones y testimonio sobre los hechos del sábado 16
Jonathan Lucero (*)

Saludos a todos. Esto no pretende ser un panfleto de defensa de postura alguna. Lo que sigue es el mero testimonio de un espectador, y un pequeñísimo análisis de los hechos.

Estuve presente en algunos de los eventos acaecidos el día sábado 16 de agosto en la Universidad Católica de Guayaquil. Asistía a un seminario sobre psicoanálisis en el auditorio de El Mirador, a poca distancia del Aula Magna. Al salir al receso para almuerzo (alrededor de las 13h00) los enfrentamientos entre los manifestantes por el Sí, por el No y la Policía, habían concluido. Fui testigo de cómo algunos manifestantes por el No se aglomeraban a la entrada de la Facultad de Jurisprudencia, una vez que los del Sí fueron desalojados. Junto a mí estaban cuatro estudiantes y tres profesores de la facultad de Filosofía. Uno de ellos, llamado Fabián Burbano, se acercó a filmar a los jóvenes reunidos al pie del edificio de Jurisprudencia, con el fin de tener un archivo de imágenes para la universidad. El resto de nosotros permaneció en la acera opuesta, desde donde pudimos observar a Andrés Roche, alto funcionario del municipio y estudiante de posgrado de la facultad antes mencionada (según tengo entendido).

Lo siguiente que ocurrió fue que, ante un grito de Roche, unos 15 estudiantes y un guardaespaldas se lanzaron a quitarle la cámara al profesor, quien procuraba que dicho bien (propiedad de la universidad, vale destacar) no cayera en manos ajenas. Inmediatamente nosotros –que hasta ese punto éramos meros observadores- acudimos a ayudarlo a proteger la cámara y su integridad física.

Pude escuchar al guardaespaldas, (Roche sostiene que es su chofer) diciéndole al profesor universitario que no tenía ningún derecho a filmar gente sin su consentimiento. Pude ver cuando una señorita se acercó agresivamente Gabriel Rosero, asistente del Centro de Producción Audiovisual de la Facultad de Filosofía, a exigirle que le entregue el casete. Pude ver y oír muchas cosas, pero no pude ver a ninguna autoridad de la universidad, y mucho menos a un agente de seguridad de la institución.

Luego de que los otros dos profesores intentaron tranquilizar a los estudiantes enardecidos, Gabriel se retiró a la acera opuesta con la cámara, siendo perseguido por al menos una decena de estudiantes, comandados por la señorita antes mencionada, quien ahora decía haber sido agredida físicamente por el profesor o por el asistente, cosa que nunca quedó clara. En este punto apareció la vicerrectora de la universidad, quien sólo se pronunció luego de que los otros dos profesores lograron tranquilizar a los estudiantes, quienes repetían frases burdas como “claro que tiene derecho de grabar, pero por qué nos graba justo a nosotros con tanta vehemencia” (¿?); o la aún más preocupante “Cójanlo, que es de El Telégrafo”.

La vicerrectora llegó con la promesa de que todo el mundo sería sancionado, e inmediatamente nos pidió a nosotros que nos retiremos. Le pregunté por qué. Me contestó: “porque ustedes son más racionales”; a lo que respondí que si estaba castigando nuestra racionalidad con la prohibición de circular libremente por el campus. Desde luego, entiendo que la intención de la vicerrectora no era mala, pero tal vez yo esperaba otras alternativas de intervención que tengan que ver más con el hecho de que descamisados estudiantes de la facultad de Jurisprudencia estuvieran a punto de linchar a un profesor de la universidad.

Pensaba esto cuando escuchaba decir a la vicerrectora que en ese instante haría llamar al decano de la facultad de Jurisprudencia, quien estaba en su oficina en ese momento. Yo no podía creer que dicha autoridad haya permanecido en su despacho mientras los estudiantes a su cargo eran protagonistas de tales hechos.

Fue necesario que llegaran más personas para proteger la cámara y llevarla a la facultad de Filosofía. Sintiendo algo de asco por la actitud de los estudiantes, me marché junto con mis compañeros a almorzar. Volví la universidad, asistí a la última jornada del seminario, fui a casa. Me enteré por los medios de comunicación todo lo sucedido previo a los acontecimientos que narro. Algunos de los compañeros que estuvieron presentes conmigo socializaron su experiencia con otras personas, y de repente, una de ellas me cuenta que había tenido una conversación vía chat sobre el tema con uno de los protagonistas. El individuo en cuestión es un estudiante de derecho de la UCSG, cuyo nombre no diré para evitar líos innecesarios e irrelevantes.

He aquí un fragmento de dicha charla.

-Ella-
nosotros estabamos conversando y cuando vimos que le empezaron a arranchar la camara, amigos mios salios corriendo ( incluidos profesores)

-Ella
fue todo un relajo.

-Él-
si eso fue un hecho que nunca aprobe

-El-
todo fue xq estaba filmando yu estaba andres rocha ( director Justicia y vigilancia del municipio) COLADO en nuestro punto de reunion despues del relajo oficial

-El-
y el camarografo lo filmo ...rocha no le agrado nada eso y salio correidno y gritando ''QUITENLE LA CAMARA'' y los PERROS de rocha q son parte d emi grupo lastimosamente se abalanzaron sobre el

-El-
pero ya era muy tarde cuando lso quisimos parar

-El-
y te torno violento cuando se fue corriendo y una amiga mia le pidio el casette y el reacciono violentamente

-El-
frente a mauro toscanini..y su caso estar enconsejo directivo el martes para expulsarlo

(...)

-El-
proteste activamente contra el y arme estrategias para sitiarlo en el alula magna y la U...pero nunca conte con la astucia de los policia sy militares de no tener contemplaciones con mujeres ni nada

-El-
tengo un hematoma en la espalda...x un militar me pego con la cola de la ametralladora

-El-
jaja

-El-
y un policia me quiso pegar pero me temrino mepujando contra las escaleras de cemento d ela entrada..xq iba a cerrarle la spuertas de la U a correa para q no salga y rodearlo

-El-
y en ese intento tooodo el grup orecibio golpes y gas lacrimogeno..le lanzaron piedra sy botellas al carro de correa

-El-
y me pare frente al carro de Correa a decirle largate PERRO y ahi me cayo encima el militar con el arma
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Hay decenas de reflexiones que se podrían hacer en torno a lo citado. Tal vez lo más pertinente sería señalar que la estrategia violenta estaba programada premeditadamente por estudiantes de la universidad. ¿Podría considerarse un atentado? No me corresponde a mí definir eso. Lo que sí me corresponde, como estudiante de la misma institución, es rechazar categóricamente los hechos sucedidos, y avergonzarme de la forma en que alumnos y autoridades han manejado sus discursos, con claros tintes políticos o victimizantes. Me resulta inaudito que una horda de vándalos que se dedicó a agredir a cualquiera que cuestionara su ideología, ahora lamente el abuso policial. No tolero la idea de que un grupo de mal llamados “estudiantes de derecho” estuvieran a punto de agredir a un profesor de la universidad, guiados por un sujeto que nada tenía que ver con el asunto (o tal vez sí).

Tal vez en la universidad estamos demasiado ocupados mirando los defectos del otro, con el único fin de no correr el riesgo de terminar mirándonos al espejo y descubriendo nuestro lamentable estado. Tal vez cada uno mira a su alrededor fijándose en cualquier cosa que no sea la labor propia, o cómo uno es consumido por la noción de conveniencia.

Estos hechos deben servir para que nos planteemos seriamente qué hemos hecho y dejado de hacer para permitir y tolerar actitudes vandálicas y criminales por parte de los estudiantes, y que seguramente quedarán en la impunidad. Debemos tratar de comprender por qué los discursos y los argumentos fueron intercambiados por piedras y botellas, y por qué la libertad de expresión es entendida por los futuros abogados como algo que solo es arrogable a un comunicador en tanto no perjudique los intereses propios.


Jonathan Lucero
(*) Estudiante de Psicología Clínica de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.


Nota de la Redacción: Frente a las afirmaciones contenidas en la conversación del messenger, Fabián Burbano, profesor de la carrera de Comunicación Social, de la Universidad Católica, a quien se refiere "El" del texto arriba reproducido, nos dijo lo siguiente:

"Jamás agredí a persona alguna. Incluso, el momento que pretendieron quitarme la cámara nunca se me ocurrió utilizarla como arma para defenderme de mis agresores.
Cuando la mentira se convierte en arma para defender una postura política, nos encontramos en escenarios peligrosos".

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