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La futura Constitución del Ecuador deberá ser parte del programa educativo de escuelas, colegios y universidades
William Sánchez Aveiga
Guayaquil – Ecuador
Todo lo que la Asamblea Constituyente norme en beneficio de la educación ayudará a que nuestra sociedad avance y esté más preparada para enfrentar los retos del futuro, pero hay un aspecto vital que no puede ser soslayado, ya que del mismo depende la evolución de los individuos desde una posición de simples habitantes, a la de ciudadanos en pleno ejercicio de sus facultades y derechos.
Por lo tanto, para que la educación sea completa y madura, debemos formarnos en derechos ciudadanos.
Efectivamente, la universalización y gratuidad de la educación, la creación de nuevas partidas presupuestarias para los maestros, el mejoramiento del nivel de los educadores, la inversión en investigación científica y tecnológica, el establecimiento de mayor presupuesto, entre otras cosas, son muy positivas y debemos insistir en que se hagan realidad, despartidizando políticamente -además- al gremio de los maestros; pero, todos estos avances serán incompletos y se desaprovechará una oportunidad de oro, si en las nuevas normas constitucionales no se ordena que se incluya en el programa de estudios básico, medio y superior, materias que formen a los alumnos como verdaderos ciudadanos; para ello, no basta con darles conocimientos sobre lugar natal y cívica, que siempre serán básicos, sino, enseñarles nuestra Constitución que es el "manual del ciudadano". Esta propuesta ha sido ya discutida en varios talleres y foros, aceptando que una de las causas principales de la mala administración pública radica en que los ciudadanos no conocemos y por tanto no ejercemos nuestros deberes y derechos. La enseñanza en las escuelas estaría orientada a que los pequeños conozcan los derechos humanos, y demás fundamentales; en el colegio se profundizaría un poco más para que nuestros bachilleres tengan conocimiento no sólo de sus derechos deberes y garantías, sino de las funciones del Estado, sus instituciones, organismos de control, y sobre los diversos mecanismos de participación democrática; y en la universidad, al margen de la carrera que se escoja, se complementaría el conocimiento necesario.
El famoso tenor Plácido Domingo acertó cuando dijo: "A ciertos políticos no les conviene educar al pueblo, porque cuando éste aprende, se interesa por los problemas y pide cuentas". Y esta ha sido la fórmula siniestra con la cual la partidocracia sistemáticamente mantiene el poder en el Ecuador y en muchos países. Bajo nombres sugestivos y elocuentes que ni siquiera vale la pena mencionar, los partidos políticos se aliaron con ciertos grupos comerciales, industriales y financieros para gobernar en beneficio de sus intereses, no sólo desde el gobierno central y los seccionales, sino creando leyes en el Congreso a la medida de sus intereses para acorazar su poder, prostituyendo a los órganos de control y aún manipulando a la función judicial.
El programa de educación propuesto, debe ser implementado gradualmente tanto en establecimientos públicos como en los privados, para crear una nueva generación de ciudadanos con autoestima e identidad nacional, responsables y selectivos a la hora de elegir a sus gobernantes y críticos objetivos de su desempeño, pues la formación ciudadana permitirá exigir alta calidad en los servicios públicos, prioridad sobre obras realmente necesarias, responsabilidad y equidad en la distribución de los recursos y rendición de cuentas; es decir, una verdadera democracia participativa.
Amar a la Patria es mucho más que ofrecerle respetos a sus símbolos; es amar a nuestros conciudadanos como seres humanos y buscar el bienestar para todos, como sostuvo Jorge Luis Borges cuando dijo: "nadie es Patria, todos lo somos". Si ya lo hemos entendido, entonces eduquemos a nuestros hijos, pero, formémoslos también como ciudadanos, para poder romper, al fin, el cascarón de mediocridad que nos separa del primer mundo.
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